Lorenzo Morales, un juglar de verdad


Lorenzo Morales "Moralito"

Por: Antonio José Daza Orozco

“Yo soy Lorenzo Morales al derecho y al revé,
yo soy quien deja la huella antes de poner el pie”
(de la canción “La primavera florecida”)


Quiero plasmar al pie de la letra lo que el maestro Moralito, quien festeja sus 96 años de existencia, con su voz apagada por el desgaste de los años, pero con la picardía de siempre, me contara de su vida:

“Soy Lorenzo Miguel Morales Herrera, pero todo el mundo me dice Moralito; hijo de Epimenio Herrera y Juana Morales, nacido la mañana veranera del 19 junio de 1914, en un caserío llamado Guacoche, corregimiento de Valledupar. Allí, entre cardonales, trascurrió mi niñez y muy temprano, como a los 10 años, me cogió la fiebre de la música. Empecé tocando violín pero al poco tiempo lo cambié por el acordeón, del cual me separo cuando me muera; el que tengo ahora me lo regaló Gabriel García Márquez en una parranda, un día en que cumplí años. Me esmeré por interpretar los cuatro aires vallenatos, mis cantos y mis notas le gustaban a los parranderos del pueblo, pero también a las muchachas, una de ellas inspiró mi primer paseo, luego vinieron más de una centena entre paseos merengues sones y puyas, de ellos están en discos, o se escuchan en todo festival que se respete: El Errante, Las Cosas, El Secreto, Amparito, La Serenita, La Mala Situación, La Primavera Florecida y Carmen Bracho… esas composiciones son parte de mi vida, compuse más de 100. Le canté a la naturaleza, a los amigos, pero por encima de todo a la mujer, ella es lo mejor que hizo Dios. Bueno, también le canté a mis contrincantes, sobre todo a mi compadre Emiliano que fue el más obstinado conmigo, eso fue cosa del folclor”.

“El Errante, es un paseo compuesto a una mujer que me dejó ´turulato´, con unos ojos lindos que encandilaban y una mirada que resucitaba muertos. Amparito, es un son que tiene más de 60 años y lo desempolvan en todo festival, se lo hice a mi primera esposa. La Serenita, una puya que le hice a una bailadora incansable, de serena no tenia nada. Las Cosas, un paseo que le hice a una celosa, Ivo Díaz la grabó y con un poco de picardía cambio “las cosas” por “la cosa” y así se quedó. Carmen Bracho, un merengue que el compuse a una patillalera hermosa que me puso a ´loqueá´ un buen rato. La Primavera Florecida, un paseo inspirado en la naturaleza, en la hermosura de la primavera. El Secreto, en este merengue hablo de lo ´bueno´ que fui para las mujeres. La Mala Situación, es un paseo que habla de la época en que el Valle (Valledupar) se puso difícil, hubo una crisis general, la plata no se veía y el acordeón no daba para comer, entonces me fui para El Perijá, arriba de Codazzi, a sembrar maíz y café, me perdí como 20 años es esa serranía, y la gente empezó a decir que Morales se había muerto, las mujeres me lloraron, los parranderos me guardaron luto y mi compadre Leandro Díaz se inspiró para sacarme La Muerte de Moralito, esa que dice”:

“La última página queda de su memoria
cuando cantaba muy alegre en la región,
en El Errante sus palabras se secaron
como pétalos de rosa marchitados por el sol.
Si fuera un mejicano el que acaba de morir
corridos y rancheras todo le mundo cantaría,
pero murió Morales ninguno lo oyó decir
murió poéticamente dentro de la serranía”

“Mi vida andariega, comenzó con los “mandaos” de mi mamá a los pueblos cercanos, y como no dejaba mi acordeón empezaron a conocerme como músico en toda la provincia, pero como el músico vallenato no vivía del acordeón y sus cantos, a mí me tocó fregarme como alfarero moldeando las famosas tinajas carmesí de mi pueblo natal, aprendí a armar y a techar casas de bahareque y también fui bueno para la carpintería, muchas casas se sirvieron de los escaparates, mesas y taburetes que yo hacía; claro que ni el barro, ni la palma, ni la madera me quitaron mi inclinación por el toque y el canto, y como me iba haciendo famoso, no había fiesta patronal que yo no animara, conocí desde muy joven muchos pueblos, casi no paraba en Guacoche. De ahí el paseo Moralito, que me compuso Rafael Escalona, yo estaba en San Diego tocando una parranda y él, hoy mi compadre, sin avisar llegó a Guacoche con ganas de parrandear conmigo, pero no me encontró, eso le dio mal genio. El estribillo de la canción dice”:

“Porque Moralito es una fiebre mala
que llega a los pueblos y en ninguno para.
Porque Moralito es un hombre andariego,
que cambia de nido ni el cucarachero.
Porque Moralito es una enfermedad,
que está en todas partes y en ninguna está.”

“Cuando lo escuché me dio risa. Y el compadre Rafael tenía razón, si no era por los compromisos del acordeón era por motivos del corazón, pero siempre andaba viajando.”

“Esas cosas y el lleva y trae fue lo que alimentó el pique entre mi compadre Emiliano y yo, fue la gente, la que lo seguía a él y la que estaba conmigo la que se encargó de ir juntando la candela. Nunca hubo verdadero pique, fue más una leyenda que nos dio fama y divirtió a la gente, yo tuve más encuentros personales con Juan Muñoz y Abel Antonio Villa que con mi compadre Emiliano, las veces que nos topamos fueron encuentros fugaces, lo que sí consiguió la gente con el “odio” de nosotros fue que nos compusiéramos más de 40 canciones cada uno, muchas de ellas perdidas porque en ese tiempo no había ni grabadora, ni video”.

“Lo de La Gota Fría fue pura invención de mi compadre, eso si una buena canción. La historia empieza en 1938, cuando coincidimos en nuestra llegada a Urumita, Sur de La Guajira, yo fui a hacer un mandado de mi mamá y estando allá me contrataron para una parranda, y mi compadre Emiliano bajó de El Plan con ganas de tomar y se emparrandó bien temprano, y como le dije, le fueron con el cuento de que yo estaba tocando y que en mi canto preguntaba por él, y ni corto ni perezoso se presentó y sin saludar siquiera, empezó con el pique, que yo al rompe contesté, no duramos mucho tiempo mi compadre estaba bien tragueado y los amigos lo acostaron para que se repusiera, y cuando terminó la parranda, a la mañana siguiente, yo regresé a mi pueblo con el encargo de mi mamá, y Emiliano al despertar y no encontrarme creyó que yo me había ido escondido y rabioso porque él me había ganado”. “Y después, como de costumbre, hizo lo que hacía después de una contienda en la que no le iba bien, se sentó a hacer el paseo y dejó claro que el rabioso era él y no yo. Nuca me sentí ofendido por eso, si le dije embustero fue por andar diciendo que me ganó y que me fui escondido, pero nunca le mente la mamá, esas palabras no son mías, en los cantos que yo le saqué entre ellos Rumores, Mico marimonda y maco, La carta escrita y Buscando a Emiliano, no encuentran una ofensa de ese calibre. Le dije embustero en el paseo”.

“Buscando a Emiliano:

Emiliano se ha vuelto embustero
Lo mismo que Luís Villar,
Se puso a decí en su pueblo
Que en Urumita me había ganado
Y yo digo lo contrario
pá que me vuelva a llevar.

Y en los versos de Rumores le digo:

No conozco el pique que me tiene Emilianito
Y yo siempre le dicho que no se meta conmigo
Me anda criticando que yo soy negro yumeca
Pero el no se fija que es blanco descolorido.

Y en La carta escrita:

En mi nota no hay quien mande
Conmigo no hay quien se meta
Rutina tiene Morales
Para Emiliano Zuleta.”

“Volviendo a La Gota Fría, no me molestó eso de negro yumeca nacido en los cardonales, porque yo nunca he renegado de mi color, mi compadre quiso denigrarme comparándome con los negros prietos que llegaban de Jamaica a trabajar a las bananeras, y de ahí, según los entendidos, viene yumeca, por deformación en el pronunciamiento de la palabra inglesa “Jamaicans”, que se pronuncia yamaican (jamaiquino en español), y de lo nacido en los cardonales es un honor que me hizo porque así se conocía Guacoche, mi pueblo natal. La verdad es que yo me reía de esas cosas de mi compadre, quien fue un músico extraordinario, por su inteligencia y su picardía; él decía cuando estábamos solos que yo era mejor acordeonero, pero cada quien tenía su estilo, yo estaba influenciado por el toque de Chico Bolaños, el tenia una nota más recogida, lo que si es cierto es que cuando tocábamos La Gota Fría, en una parranda, la gente me aplaudía más a mí. Yo tocaba La Gota Fría porque la gente me la pedía, algunos creen que es de mi autoría, y únicamente soy el protagonista de la canción, porque me nombra en todas sus partes. Pero protagonista nomás, de ella no obtuve ni un centavo, y no es que mi compadre fuera tacaño sino olvidadizo. Lo mejor de esa pieza es su música, esos cambios de tono de Do Mayor a Do Menor y de menor a mayor. Se impuso para la posteridad porque primero Colacho Mendoza le hizo unos arreglos muy bonitos y después llego a manos de Carlos Vives que la tiró por todo el mundo, hoy hay más de 40 versiones de conjuntos, bandas y orquestas, y no me quisiera morir sin antes escucharlas. Ojala alguien me las grabe, pero que sea pronto porque a mi edad y enfermo uno nunca sabe”.

“La piquería entre mi compadre Emiliano y yo duró como 10 años, pero mire como es la vida, nos volvimos a encontrar en Urumita, en una fiesta del 3 de mayo, en la parranda había una gente importante del folclor, de los que me acuerdo: Alfonso Cotes, Chico Daza, Andrés Becerra, Lácides Daza, Lucho Pimienta y Jorge Dangond, y nos dijeron: “Hoy se termina la piqueria, nosotros reconocemos que ustedes son músicos iguales y no encontramos un ganador”, ahí mismo nos abrazamos y más tarde nos hicimos compadre de sacramento, no peleamos más y unidos le dimos la importancia que tiene el folclor vallenato, hasta que él se me adelanto en el camino”.

“Quiero contarle que, además de músico vallenato y de alfarero y carpintero, fui funcionario del IDEMA, mi entrada a ese Instituto nació en una parranda: el doctor Beto Castro, gerente de esa empresa en Valledupar, me prometió que me iba a ayudar nombrándome, pero el trámite no fue fácil por mi edad, yo tenía 50 y pico, pero su persistencia ganó y me nombraron, y después de un poco más de 10 años salí pensionado y gracia a Dios eso me ha permitido sobrevivir. Hoy vivo en Valledupar, tengo una casita modesta, pero propia, ahí sobrevivo a mis enfermedades y a mis problemas de dinero, al lado de Ana Romero mi fiel e inseparable compañera., ella fue la única que me puso el “tate quieto”, la conocí, la enamoré y nos fuimos a vivir juntos, cuando ella tenía solo 16 años y yo 36, ella ha sido mi mente, mis ojos, mis manos, mis piernas, hoy estamos en silla de rueda, ella por culpa de la diabetes ya que tuvieron que amputarle una pierna y yo por los años, también me acompañan una hija casada y algunos nietos, los demás hijos, los que quedan vivos de los más de 20 que tuve, nos visitan cuando pueden. Ahí me la paso, ya no toco, por la promesa que le hice a mi compadre Emiliano y por el “mal de parto”, así le digo yo a la tembladera, al mal de Parkinson, eso es una cosa que fastidia, lo imposibilita a uno para todo, pero creo que me ha permitido hacer lo que hice, más no pude hacer. Hoy solo veo pasar el tiempo, esperando el momento definitivo”.

El maestro sonriendo se despidió, como siempre, tendiendo su mano amigable y temblorosa, con su dulce sonrisa y su mirada alegre, esas que esconden las penurias de un hombre de color moreno y de baja estatura, que se convirtió en juglar incansable, acordeonero virtuoso, compositor prolífico, enamorado incorregible, amigo verdadero, compañero fiel, que hoy a sus 95 años, se la pasa, como él dice, viendo pasar el tiempo al lado de Ana, su familia y el acordeón que le regaló “Gabito”, esperando la voluntad de Dios, ignorado por el Estado, las casa disqueras y las organizaciones musicales del país.
 

1 comentario:

  1. Excelente texto. Es lo más completo y ameno que he leído sobre Lorenzo Motales. Entrevista a fondo que despeja muchas dudas sobre la trayectoria vital y musical de Morales y la verdadera historia de La gota fría.

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