Freddy Molina Daza, 50 años de un adiós sensible

Freddy Molina

Por: Antonio Daza Orozco
Octubre de 2018

“Yo le pregunto qué me diga
a esa luna patillalera
porque el reemplazo de mi vida
porque sufrir mi madre buena
porque hay sufrimiento lunita
que no llore el niño siquiera…” 
(Estrofa de la canción "Tiempo de cometas")

Esa luna patillalera a la que tanto le preguntaba Freddy, el viernes 15 de octubre de 1972, se opacó y lloró amargamente, su amigo el poeta, que unos momentos antes regalaba sus versos a la noche en una parranda de bohemio ambiente, había callado su voz, la indeseable muerte, esa que siempre llega sin ser invitada, había decidido participar también de aquella reunión. El reloj ya había saludado a la madrugada y Freddy, noble y complaciente como era, decidió regalar sus canciones a sus amigos. Entonces se levantó para buscar a su hermano Aldo. A Fredy le gustaba que su hermano lo escuchara cantar. Caminó algunos pasos, cruzó la calle y llegó a la casa de su hermano. Tocó la puerta y un disparo seco rompió el silencio de la madrugada. Todos corrieron y se encontraron con su amigo tendido en el piso bañado en sangre. La noticia se regó como pólvora y todo el pueblo se levantó. El joven compositor no alcanzó a llegar con vida al hospital de Valledupar. La muerte, la maldita muerte, despiadada e indiferente a los sentimientos de los hombres, se había aprovechado de Aldo que era sonámbulo y armó su macabra obra. Cuando Aldo se despertó y se enteró de lo sucedido intentó acabar con su vida pero familiares y amigos se lo impidieron. Cuentan que siempre vivió con ese dolor, que nunca lo superó.

Allí en Patillal, ese pueblito que se deja acariciar por el viento frío de la Sierra Nevada, Allí donde el cielo es abundante, nació Freddy de Jesús Molina Daza, allí transcurrió, en medio de la inocencia y la alegría, su vida de niño, allí en El cerrito de las cabras o a la orilla de la Malena se inspiró más de una vez y allí en cada rincón están los recuerdos y la poesía de esa persona noble, tranquila y enamorado de la vida y de las mujeres. Cuando la muerte lo toma esa noche de la mano, Freddy contaba con tan solo 27 años.

El cantor de la Malena, en su corta vida, impregnó sus canciones con los elementos que conforman el paisaje de su tierra. Le cantó a los ríos, a los indios, a la sierra, a la luna patillalera, a las mariposas, al amor, al desamor, a las mujeres, al silencio sensible de la montaña, al pájaro que vuela alegre, al que vuela herido, a los recuerdos de la niñez, a la ansiedad que titila al oír un son de Gustavo Gutiérrez, a las casimbas de la Malena, a los amigos, a la brisa, a una casita en la sabana, al frío de la Nevada, a los viejos compositores, a las noches tristes, al profesor que le pegaba por llegar tarde al colegio, a la Virgen de las Mercedes, al campesino que buscaba el cambio social, a la indiferencia de una mujer, a los cabellos negros y la mirada serena de una novia.

Es mucha la tristeza que se siente al recordarlo, son 50 años sin su canto y a pesar de lo que dicen los viejos en Patillal: que la alegría de las mariposas de la Malena ya no es igual, que la luna perdió su brillo y que la Sierra vive muy triste por su ausencia, gracias a Dios sus canciones siguen jóvenes y vigentes.

Hasta los títulos de sus canciones eran hermosos: Amor sensible, Dos rosas, Los novios, Adiós noviazgo, Tiempos de cometas, A nadie le cuentes, Noche clara, La verdad, Cristina, Buscando un nido, Adiós a mi pueblo, Noche de amor, Indiferente y El marginado, entre otras.

  

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