El Profesor Chico: José Francisco Daza Martínez


Chico Daza con Julio Orozco y otros amigos

Por: Antonio Daza Orozco
Septiembre 17 de 2019

Hoy cuando se cumple un año más de su partida, una lágrima rueda por mi mejilla pero mi cara no denota tristeza. Porque siento esa serenidad que me daba tu compañía, porque sigues siendo mi compañero y siento que siempre estas a mi lado.

Te retrato en Manaure, te retrato en Villanueva y en Valledupar donde descubriste el mundo del romanticismo y la nostalgia al lado de amigos de verdad.

Voy a recordarte como ese hombre bondadoso, virtud que se podía palpar en tu apacible y justa forma de ser. Siempre se dibujará en mí el bohemio callado quien con su tiple acompañó parrandas inolvidables, especialmente cuando se escuchaba en el silencio infinito de las noches de la sabana manaurera, la flauta de Lucho Pimienta, la guitarra y la voz de timbre enardecido de Poncho Cotes, las ocurrencias de Andrés Becerra, los poemas de Beltrán Orozco, el acordeón de Emiliano Zuleta y las canciones de Rafael Escalona. Era la bohemia encendida, eran las vivencias de los que llevaban en el alma el “Ay ombe”, que es ansias, que es delirio existencial, que es el clímax de la alegría o de la tristeza, la quimera que ya no existe, se diluye en grupos que quieren ser así, pero no, porque llegó lo nuevo con esa dura mano del tiempo que todo lo desvirtúa y cambió los esquemas… 
 
Chico Daza con Pocho Cotes y otros amigos

 
Tu cumpleaños, víspera de Santo Tomas, era un festival donde concurrían hombres dispensados para alegrar la vida, era un hartazgo de canciones, declamaciones, anécdotas y añoranzas.

Fuiste mi profesor siempre, como lo fuiste en la Escuela Industrial de Valledupar, hoy Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo, donde muchos de tus alumnos que recibieron tus enseñanzas, fueron y son personajes reconocidos de la política, la ciencia y el arte y no te olvidan.

Disfrutaste todo lo que hacías sobre todo la música y la lectura, eran tus dos pasiones. Fuiste lector empedernido y músico incansable… además de tocar el tiple con maestría, te gustaba tocar la caja y la guacharaca, en muchas de tus parrandas te lo vi hacer, de ese mundo de la música, de tu música vallenata, a la par de las parrandas viviste el Festival como nadie, gozaste casi siempre, pero también te vi triste un par de veces, como la vez que tu compadre Emiliano fue injustamente eliminado y cuando fuiste parte, sin estar muy convencido, de la injusticia que se cometió con Diomedes Díaz cuando lo descalificaron porque los reglamentos, no muy claros, indicaban que no se podía portar propaganda alguna en el momento del concurso y el muchacho tenía una leyenda en la camisa, esa noche me dijiste: “hasta aquí fui jurado”.

Por tu silenciosa forma de ser mucha veces se ha olvidado tu nombre, es que si leyeras esto te molestaría conmigo, porque no gustabas de los reconocimientos, tanto que una vez del Intpecam te anunciaron que te iban a hacer un homenaje por tus veinticinco años de labor en la institución, te hiciste el enfermo y tuvieron que ir mi madre y mi hermana Mary a recibir las distinción.

Tu silencio y mansedumbre era el alma en contraste con el bullicio de las parrandas hasta cuando tu corazón falló, todavía se te veía vital, ibas cumplir setenta y cuatro años. No hubo tiempo para despedidas y fue cuando Poncho Cotes, sentado al lado de tu cama, dejando caer sus lágrimas quemantes sobre ti, te dijo: “Chico, morir del corazón es patrimonio de los románticos”.

Hoy te recuerdo más y siento que mi único orgullo es haber sido tu hijo.
 

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